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Sabiendo que la enfermedad destruiría su identidad, corrió a tatuarse «Mónica me quiere» en el antebrazo izquierdo. Cuando no pudiera recordarla bastaría que su esposa se identificase para saber que es a ella a quien quería.
Años después, tras la muerte de su compañera, las enfermeras dirían todas llamarse Mónica para que él aún tuviera pequeños momentos de felicidad.